El mito de la edad materna y las mutaciones genéticas

Un estudio en Science Advances revela que los óvulos no acumulan tantas mutaciones como se pensaba, lo que reabre el debate sobre el rol del esperma.

Durante décadas, la narrativa dominante en torno a la fertilidad ha apuntado casi exclusivamente a la mujer: la edad reproductiva femenina como factor determinante del riesgo de mutaciones genéticas y complicaciones durante el embarazo. Sin embargo, un estudio reciente publicado en la revista Science Advances desafía este paradigma, al demostrar que los óvulos humanos parecen estar mejor protegidos contra la acumulación de mutaciones de lo que se pensaba.

El equipo de investigadores analizó óvulos individuales de mujeres entre 20 y 42 años y los comparó con tejidos somáticos del mismo organismo. Mientras que en sangre y saliva se observaba un claro aumento de mutaciones mitocondriales con la edad, en los óvulos no se halló ese patrón. Dicho de otro modo: el material genético de los óvulos mantiene una sorprendente estabilidad a pesar del paso del tiempo.

Este hallazgo rompe con una idea fuertemente arraigada: que la edad materna por sí sola es el gran factor de riesgo. Y obliga a mirar hacia otro lugar: el esperma. A diferencia de los óvulos, que se forman desde el nacimiento, los espermatozoides se producen de manera continua, con millones de divisiones celulares a lo largo de la vida del hombre. Este proceso acumulativo aumenta la probabilidad de errores, daños por estrés oxidativo y fragmentación del ADN.

La evidencia ya existente lo confirma: la edad paterna avanzada está asociada a un mayor número de mutaciones de novo en la descendencia, así como a un incremento en riesgos de enfermedades neurológicas y metabólicas. De hecho, varios estudios sugieren que la calidad genética del esperma puede ser un factor tan o más determinante que la edad materna en ciertas condiciones.

ANUNCIO PUBLICITARIO

Pero esta discusión no debería transformarse en una guerra de sexos. El mensaje es claro: la salud reproductiva es una responsabilidad compartida. Tanto óvulos como espermatozoides aportan riesgos y vulnerabilidades, y el bienestar del embrión depende de la interacción de ambos. Factores como el estilo de vida, la exposición ambiental, la nutrición y la edad impactan tanto a hombres como a mujeres.

El estudio de Science Advances no exonera a la edad materna en el riesgo de anomalías cromosómicas —sabemos que las trisomías como el síndrome de Down aumentan con los años—, pero sí introduce un matiz importante: no todas las mutaciones son atribuibles a la mujer. La narrativa biomédica debe evolucionar hacia una visión equitativa y basada en la evidencia.

En sociedades donde el peso cultural del embarazo recae casi exclusivamente en la mujer, reconocer el rol del hombre en los riesgos genéticos no solo es un avance científico, sino también social y ético. No se trata de desplazar la culpa, sino de compartir la responsabilidad.

El descubrimiento de que los óvulos no acumulan tantas mutaciones mitocondriales con la edad como se pensaba obliga a replantear prejuicios y paradigmas. La biología nos recuerda que la reproducción es una tarea de dos, y que las mutaciones genéticas en el embarazo no son el resultado exclusivo de la edad femenina, sino de una compleja interacción entre óvulos, espermatozoides y ambiente.

La ciencia ha hablado: es momento de abandonar mitos y asumir que la fertilidad y los riesgos genéticos son un desafío compartido entre hombres y mujeres.

Exit mobile version