Vivimos acompañados por billones de microorganismos que habitan en nuestro intestino. A este ecosistema se le conoce como microbiota, y la ciencia está descubriendo que tiene un papel mucho más importante de lo que se creía. Ya no solo regula la digestión, sino que afecta el sistema inmunológico, el estado de ánimo, e incluso la función cerebral.
Estudios de universidades como Harvard, el Instituto Pasteur y Stanford han demostrado correlaciones entre desequilibrios en la microbiota y enfermedades como depresión, autismo, esclerosis múltiple, enfermedad de Crohn y obesidad. Incluso se han logrado mejoras significativas mediante trasplantes fecales en pacientes con infecciones resistentes y algunos casos de autismo infantil.
En paralelo, surgen terapias con probióticos personalizados, desarrollo de medicamentos a base de metabolitos bacterianos y dieta terapéutica adaptada a cada perfil intestinal. La medicina personalizada incluye ahora a nuestros microbios como parte de la solución.
La revolución microbiana está en marcha. Entender y cuidar nuestra microbiota puede ser la clave para prevenir y tratar enfermedades que antes parecían incurables o desconectadas.